El hombre que se dio un golpe tan fuerte en el cabecero de la cama que pasó a formar parte de él.

Mi padre es el clásico padre serio que lee el periódico sentado en su butaca y te mira por encima de éste para ver qué cara pones cuando en el telediario hablan de la libertad sexual de la juventud o del cada vez mayor uso del preservativo.
Justo por eso creí su historia cuando me la contó, ¿Qué posibilidades había de que un cabeza de familia formal,respetable y honrado como él me engañase? Si hubiese sido mi madre, conocida maruja de la comunidad de vecinos, la historia hubiese perdido toda su veracidad, pero teniendo en cuenta que había salido directamente de la boca, pasando antes por la laringe, de mi correctísimo padre, creí ciegamente en su palabra.

Resulta ser que un viejo amigo suyo, propietario orgulloso de una pequeña fábrica textil en lo que actualmente es la zona vieja de la ciudad, tenía un hijo cuya vagancia no conocía límites. Su vida era un continuo holgazanear en casa o en el bar, una maravillosa oda a la horizontalidad en el sofá y al sólo moverse para ir a la cocina a por una cerveza.
El pobre padre, al ver que su hijo no iba a llegar a ser nadie en la vida, decidió darle un puesto en su fábrica. Decidido, fue a la cama en la cual se encontraba su hijo durmiendo y de un tirón le quitó la sábana de encima.

-Hijo mío, en pos de que te conviertas en un hombre de pro con una familia orgullosa de que sea lo que es, he decidido que a partir de hoy trabajarás en mi fábrica.
-¿Estás loco? No pienso trabajar en esa fábrica, ¡Es demasiado cansado! Además, estar aquí en la cama es muchísimo mejor, no hay ruidosas máquinas tejiendo o trabajadores sucios gritando a todo pulmón, con sus ropas raídas, su pelo grasiento y su, ¡Puaj! Me pongo enfermo sólo de pensar en ellos. No pienso trabajar.

Y enérgicamente, cogió la sábana y con un fortísimo movimiento, se quiso tapar hasta la cabeza. Y digo quiso porque, al parecer, tanta pasión puso en su gesto, que dio un estruendoso golpe con la testa en el cabecero rojo de roble de su cama.
-¡Ay, ay, ay! Madre mía, qué daño me he hecho, ¡Si es que no puede uno dormir sin molestias!
Cuando alargó las manos para rascar y acariciar su lastimado cráneo, no pudo tocar la zona afectada. Lo único que podía tocar era madera roja de roble y pared desnuda de vez en cuando si palpaba demasiado a su izquierda.
-¡Papá,papá! ¿Qué diablos ocurre? ¿Acaso se me ha vuelto la cabeza de madera?
El padre apenas podía comprender la situación.
-Hijo, no sé como voy a explicarte esto, pero, ¡Ay,Dios!, parece que tienes la cabeza soldada a la madera

La cara que puso su hijo fue algo digno de ser retratado: Una mezcla de pavor, desesperación e incredulidad. Intentó empujar el cabecero hacia atrás, pero fue en vano, sólo consiguió cansar sus brazos. Ordenó a su padre que le estirase de una pierna, pero tuvo la mala suerte de que, a parte de mantenerse aun unido a la madera, su pantalón de pijama se deslizó de sus muslos hasta sus rodillas y de sus rodillas al ambiente, despojándole de la última pieza de ropa que protegía sus intimidades del mundo exterior.
-¡Vuélveme a poner el pantalón,vuélvemelo a poner! -Gritó a su padre- ¿Vas a dejarme enfrentarme a mi desgracia desnudo?
Y como pudo le puso el pantalón, no sin antes haberse asegurado de que se lo ponía correctamente.

Ingenieros, doctores, catedráticos, carpinteros, ebanistas y médicos del pueblo pasaron por esa habitación, intentando encontrar una solución y explicación mínimamente lógica para un suceso tan conmovedor como el que veían.
-Todo se debe al pelo rizado del chico que, al golpearse, se ha introducido en la madera, quédandose este enredado con las vetas de la madera, que por cierto es muy elegante, ¿Dónde compraron la cama? - Decían algunos entendidos.
-Probablemente sea una etapa, ya sabe como son los jóvenes de estos días que corren -Decían otros tal vez menos entendidos
-Tal vez nunca se dio cuenta usted y ya nació así - Comentaban los más osados.
Finalmente, se abrió la habitación a todos los habitantes del pueblo. Alguien debía conocer un remedio para tal situación. Pescaderos y carniceros discutían furiosamente cuál era el mejor método de separarlo y leñadores compartían entre sí opiniones sobre la madera e incluso sobre la cabeza del chico, pero nadie sacaba nada en claro.

Pasaron muchos años y nadie encontraba solución a la situación, así que se optó por dejar al pobre chico allí donde se encontraba, porque, al fin y al cabo, se acabaría por acostumbrar y, siendo vago como era, estar siempre en la cama iba a ser casi más ventajoso que no estarlo.
Aun estando enganchado, el jovencito vivió una vida plena. Se sabe que consiguió casarse con una señorita que se había quedado enganchada de un codo al marco de una puerta cuando lo golpeó accidentalmente y que tuvo muchos hijos que se quedaron enganchados a muchas cosas, siendo los casos más destacables el jovencito que se quedó enganchado a los pechos de su novia y la chica que se quedó enganchada a su zapato de tacón cuando fue a quitárselo.




3 comentarios:

  1. ^^ Y tanto, es genial :D vuelves a lucirte xD dios, que final tan chachi. Casi me lo creo D: tendré cuidado si me siento demasiado fuerte en una silla.

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  2. xDDDDDDD asako!!! ya ves como la clavas. mola mucho!

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